domingo, 13 de marzo de 2011

1.

Buenos días.  (no, demasiado formal) Hola (no, muy informal) Bueno, vale, que empiezo la carta así, sin un medio claro con el que saludar.
Hace tiempo que quería escribirte, pero no me he atrevido. ¿Que por qué? No sé, será que no sabía explicarme bien y no me ibas a entender.
Resulta que hace mucho que me he ido, como bien habrás notado, y no encuentro la salida, puestos a decir, tampoco la entrada. He dejado que tú sola cargues con el peso del cuerpo y no es justo, pero entiéndeme, no podía seguir allí. Estoy en mi mundo, muchas veces te he hablado de él. Escaparme a ese lugar de mi mente hace que vuelva renovada y sonriente a esta nuestra tierra real pero, ¿sabes? ya no queda nada. Ahora la soledad es mi única amiga y sólo soy yo, mi rabia y mi odio. Ah, y también mi tristeza, pero a veces no me doy cuenta de que está ahí hasta que me da un toquecito en el corazón. Será que ya estoy acostumbrada a tenerla a mi lado.
Fíjate mi torpeza, que hasta ayer no me di cuenta de la gravedad del asunto. Llegué de casa de mi padre, y justo al entrar en la de mi madre ya no me sentí como hacía un minuto atrás. Fue como si la realidad me golpeara indebidamente y el recuerdo de empezar de nuevo esa rutina que tanto me envejece me arrastrase por los pies hasta la tierra firme. Ay, con lo bien que estaba yo flotando a la deriva de mis sueños e ilusiones.
En un determinado momento, mi madre comentó que me notaba rara. He ahí la cuestión del asunto. Estoy rara (más que de costumbre) y lo peor es que ya lo sabía, pero no he querido o no he sabido procesarlo bien. Espera, que no sé como explicarte. Es...como si no fuese yo. Como si no estuviese aquí.
La vida es un autobús...no, mejor un tren, que cabe más gente...y cada persona se baja en la parada que le corresponde cuando lo cree necesario y yo, sin saber cómo y por qué motivo, me he apeado de mi vida en una parada que, cuando me he fijado bien, no es la mía. Y me he quedado ahí, estancada, con cara de zombie y unas ganas infinitas de volver. Pero el tren no llega y ya son dos semanas de eso, y no quiero tirar aún los billetes porque sé que aparecerá. Estoy segura. ¿No?
He intentado por todos los medios volver. He visto las películas que antes adoraba y ahora me aburren. He conversado con mis más queridos amigos y me resultan indiferentes. He hecho gestos que antes me salían automáticamente y ahora no los recuerdos como míos, como aquello de tocarme el pelo o morderme los labios y fruncirlos cuando algo no me salía como yo esperaba. Titubeo mucho más. No sé lo que digo y no soy consciente ni consecuente en mi actos.
Yo quiero recuperar mi vida. Ser yo misma otra vez. Subirme al tren de nuevo, o me retrasaré en mi cita con el destino.
Ahora ya sabes lo que me pasa. Ya conoces el motivo por el que no me encuentras aquí. Bueno, querida yo, me voy. No me explayo más.
Hasta otra vez que me dé por escribirte mis sentimientos. Prometo hacerlo, para que sepas que estoy bien y no te preocupes, que sé que llevas tiempo sin dormir pensando en mí, que soy tu yo desaparecida.

Atentamente, Yo.

Mai Buttowski*

viernes, 4 de marzo de 2011

Olaia necesita creer en él.

Cerró la puerta de su cuarto de un portazo y se fue deslizando por ella hasta quedar sentada, abrazada a sus rodillas y con los ojos anegados en lágrimas.
Fuera de su mundo se oían los gritos de sus padres, discutiendo otra vez. Olaia suspiró cansada. Detestaba las continuas peleas de ellos, que hacían tanto ruido que apenas podía escuchar sus propios pensamientos. Más gritos, y golpes. La chica se tapó los oídos con las palmas de las manos y apretó los ojos, intentando dejar atrás la realidad y evadirse del mundo.
En esos momentos, era cuando él aparecía. Olaia no se preguntó nunca cómo entraba ni cómo encontró la dirección de su casa hacía tanto tiempo atrás, pero no le importaba.
Un golpecito en su hombro y el calor de otro cuerpo junto al suyo provocaron que ella abriera los ojos claros, mirándolo con alegría infantil. Jonh le sonrió, agraciando más aún su rostro de rasgos suaves. Tenía el pelo corto y negro azabache, con los ojos azul océano y los labios carnosos y adorables.
-Hace tiempo que no vienes- le reprendió la chica, apoyando la cabeza en el hombro de él.
-Lo siento- se disculpó- estuve ocupado. Pero te prometo que vendré cada día, si quieres.
-Claro que quiero- se apresuró a decir Olaia.
Los gritos se incrementaron fuera. Se escuchó un romper de cristales y un golpe seco en el suelo del piso. Luego, la puerta de entrada chirriar al abrirse y cerrarse. Olaia tembló en los brazos de Jonathan, temiéndose lo peor.
-Tranquila- le dijo él con voz suave- no ha pasado nada.
Olaia se dejó querer. Se abandonó al cariño que el joven le ofrecía, sin importarle lo que pasaba fuera de aquel cuarto, fuera de los brazos de su querido.
-No te vayas nunca- dijo la joven, agarrando con fuerza la camiseta de Jonathan.
-Jamás se me ocurriría abandonarte.
-¿Por qué?- preguntó curiosa, alzando la vista para mirarle a los ojos.
-Porque eres la única persona que me quiere, que me comprende y me cuida.
La respuesta le sorprendió, pero se abrazó aún más a él. Necesitaba creer en él para sentirse querida, y él necesitaba que ella lo quisiera para poder vivir.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Los miedos lo encadenan al suelo.

Su rostro permanece hierático. Tiene los ojos hundidos y enrojecidos de tanto llorar. Las sombras amoratadas de las ojeras cada vez son más pronfundas y oscuras, que desvelan sus largas noches en vigilia. Cada vez está más pálido y las venas ya son visibles, que recorren su rostro como largos ríos de azul tristeza. Además, he podido adivinar largas cicatrices rojas en las muñecas, producto de sus continuas ganas de acabar con su sufrimiento.
Sus labios, antes carnosos y preciosos, están agrietados y cuando se pasa la lengua por ellos los nota salados, de tantas lágrimas como han saboreado.
Su corazón yace muerto en algún rincón de su amargura, y tan sólo es otro cuerpo, arrastrado por el viento tan violento que sopla el destino y no habrá amigos ni testigos que lo añoren cuando su sangre se vierta derramada sobre el amanecer y lo tiña de malva.
Tiene muchos sueños que luchan por salir a flote, pero se acaban ahogándo en la barra de algún bar.
Y cuando ya no se tiene en pie, regresa a mi puerta, se deja envolver por mis brazos y apoya la cabeza en mi pecho, mientras yo le acaricio el pelo y le prometo que cuidaré de él.
Pero dejará de gustarme, lo sé. Lo recibiré en mis brazos por pura costumbre, hasta que sólo sea un desperdicio de piel muerto por dentro y con el corazón latiéndole inútilmente.
Pero hasta que eso ocurra, le dejaré abierta la puerta de mi vida, con el mismo amor con el que lo he tratado siempre.

lunes, 28 de febrero de 2011

Pero ¿qué hacíamos? "No sé" dice.

Haciamos el amor pero tú te lo llevaste,
No sé dónde lo dejaste, chico, creo que lo perdiste.
No lo he visto desde entonces, ¿está triste?
Me estoy fumando el sobre de la última carta que me escribiste.
Hoy todo esto pasará factura
Cuando se apague la luz y nos quedemos a oscuras
Los sentimientos y yo, vaya locura,
Que no lo cura todo, pero escribir siempre ayuda, ¿no?
Por eso siempre tengo el corazón a mano,
Y si lo tengo que romper, ya tendré tiempo para pegarlo.
Que cada verso mio es un océano,
Sumérgete en el agua de las lágrimas del náufrago.
Yo que caí por la escalera en espiral, hasta el final, sin respirar
El humo de cada palabra,
Me entregué al orgullo y se atraganta,
Iré a buscar los besos que cayeron al final de tu garganta,
Y, claro que se fueron mis sueños por los agujeros
de mi nariz, estábamos durmiendo y, vida, parecías feliz,
Te vi mentir, reírte de mi,debí decirte "adiós" pero aún te quiero.
Según un día me hice mayor y olvidé lo que dije
Lo que prometí diciendo que siempre tendría 15.
Perdóname, perdón por no ser tuya,
Pero devuélveme mi amor, sácalo de tu escondite.

Dedicado a Jannah Vlack <3