viernes, 4 de marzo de 2011

Olaia necesita creer en él.

Cerró la puerta de su cuarto de un portazo y se fue deslizando por ella hasta quedar sentada, abrazada a sus rodillas y con los ojos anegados en lágrimas.
Fuera de su mundo se oían los gritos de sus padres, discutiendo otra vez. Olaia suspiró cansada. Detestaba las continuas peleas de ellos, que hacían tanto ruido que apenas podía escuchar sus propios pensamientos. Más gritos, y golpes. La chica se tapó los oídos con las palmas de las manos y apretó los ojos, intentando dejar atrás la realidad y evadirse del mundo.
En esos momentos, era cuando él aparecía. Olaia no se preguntó nunca cómo entraba ni cómo encontró la dirección de su casa hacía tanto tiempo atrás, pero no le importaba.
Un golpecito en su hombro y el calor de otro cuerpo junto al suyo provocaron que ella abriera los ojos claros, mirándolo con alegría infantil. Jonh le sonrió, agraciando más aún su rostro de rasgos suaves. Tenía el pelo corto y negro azabache, con los ojos azul océano y los labios carnosos y adorables.
-Hace tiempo que no vienes- le reprendió la chica, apoyando la cabeza en el hombro de él.
-Lo siento- se disculpó- estuve ocupado. Pero te prometo que vendré cada día, si quieres.
-Claro que quiero- se apresuró a decir Olaia.
Los gritos se incrementaron fuera. Se escuchó un romper de cristales y un golpe seco en el suelo del piso. Luego, la puerta de entrada chirriar al abrirse y cerrarse. Olaia tembló en los brazos de Jonathan, temiéndose lo peor.
-Tranquila- le dijo él con voz suave- no ha pasado nada.
Olaia se dejó querer. Se abandonó al cariño que el joven le ofrecía, sin importarle lo que pasaba fuera de aquel cuarto, fuera de los brazos de su querido.
-No te vayas nunca- dijo la joven, agarrando con fuerza la camiseta de Jonathan.
-Jamás se me ocurriría abandonarte.
-¿Por qué?- preguntó curiosa, alzando la vista para mirarle a los ojos.
-Porque eres la única persona que me quiere, que me comprende y me cuida.
La respuesta le sorprendió, pero se abrazó aún más a él. Necesitaba creer en él para sentirse querida, y él necesitaba que ella lo quisiera para poder vivir.

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